martes, septiembre 25, 2012

Los Rubens - Fenómenos del Carnaval -

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Cuando era niño no entendía porque mis vecinos eran tan aplaudidos y la gente, les seguían de un escenario a otro, para ver una y otra vez su actuación.

El Dúo Cómico Los Rubens tenía un magnetismo muy particular, y nosotros, los botijas del barrio, íbamos detrás de ellos como un séquito y casi disfrutábamos más esas caminatas de un tablado a otro que sus propias actuaciones.

Ruben Bonilla, “el cucaracho” como le apodaban vivía a media cuadra de mi casa y allí poco antes de fin de año comenzaban los ensayos. En una pieza de bloques, a medio terminar, a la tardecita, después que llegaban de la obra, los veíamos cantar y reír.

Ruben Renéé López, era el otro integrante de la dupla, el que arriba del escenario se disfrazaba de mujer y remataba de manera magistral los chistes que Bonilla le servía, al mejor estilo de Abott y Costello.

A la tarde, la siesta se compartía con la radio y los dramáticos y  eternos radioteatros, hasta que a la tardecita, en las pocas casas que tenían tele, se ofrecían episodios repetidos de “el gordo y el flaco”, haciendo inevitable que asociáramos aquellas imágenes de Laurel y Hardy con nuestros “Rubens”.

Por entonces se hacía conocido en Montevideo el Dúo “yo kiero dormir kon mama”, mientras que en Maldonado Los Rubens recogían la posta que dejaban Perucho Cairo y Carrión y se transformaban en ídolos durante una semana.

Varios atardeceres compartimos sobre todo con Rubencito y con Miguel, (Claudia era muy bebé), (hijos de R. Bonilla) sentados en el piso viendo aquellos hombres grandes preparándose para hacer reír.
Llegaba el carnaval y una noche por ejemplo comenzaban actuando en el tablado erigido frente al almacén de Enrique Pereira, (calles Sarandí y Francisco Maldonado); Como siempre se reunía todo el barrio que celebraba y aplaudía las ocurrencias de Reneé, que era “boca-sucia” según las viejas, y en diferentes situaciones hacía el ridículo vestido de mujer con pelucas y vestidos infames.

Ruben, interpretaba al tipo serio presuntamente culto y era quien tiraba los piés para que su compañero se luciera y arrancara las carcajadas de los espectadores.
Al terminar, luego de varios bises, se encaminaban hacia el centro;
Iban caminando, Ruben llevaba su guitarra y Reneé una especie de valija con sus vestidos y pelucas; Y detrás de ellos caminábamos decenas de personas hasta llegar al “tablado de las calesitas”, (calle Sarandí y Bergalli).

La situación se repetía cuando después de divertir a la multitud, se encaminaban hacia la Plaza San Fernando, donde estaba el “tablado oficial”.

Desde allí seguíamos el itinerario de los cómicos hacia el Club Urú, (Solís y Cebollatí, hoy calle Gutiérrez Ruíz). Era extraño ver aquello, los vecinos “de tablado en tablado” con decenas o centenares de seguidores que en cada lugar aplaudían y disfrutaban  la actuación como si la vieran por primera vez.

Ya era cerca de la medianoche cuando Los Rubens y sus seguidores se encaminaban hacia el último destino, “el tablado carnaval de mi barrio”, pegado a la sede de Central Molino”, (Camino Velázquez y Hernandarias), donde obviamente eran más que locatarios.

El tablado estaba repleto de público y quienes llegábamos acompañando a los artistas desbordábamos el lugar.

No se porqué, pero sentíamos un extraño orgullo de chiquilines, al ver que aquellos vecinos nuestros eran verdaderos fenómenos, y sin entender mucho que pasaba, jugábamos a que cuando fuéramos grandes seríamos como ellos.

Al otro día, jugábamos a la pelota en la calle, y parábamos un instante, cuando les veíamos llegar de la obra, en bicicleta, de mameluco, bolso a la espalda, disfrazados de pintores.

Al pasar el tiempo, lógicamente crecimos y comenzamos a entender que nuestros vecinos, eran artistas populares una semana al año, pero todos los días trabajaban en la obra, como tantos otros. Se transformaban solo en las noches de febrero cuando subían a los tablados, pero el resto del tiempo eran gente casi normal.

Como ocurre en los matrimonios, Ruben y Reneé tenían desavenencias y no las ocultaban, por lo que de tanto en tanto, se generaban rumores, llegándose a comentar incluso que estaban peleados y amagaban a que no saldrían en carnaval, pero sin embargo, llegaba febrero y allí estaban, recorriendo tablados con sus versos críticas y humoradas; Hasta que finalmente, Reneé con su familia se mudó fuera del Departamento y Los Rubens no aparecieron en el pizarrón, y su ausencia no pasó desapercibida.

Los febreros pasaron, y Los Rubens no volvieron a subirse a un tablado, hasta transformarse en un recuerdo y hoy ya casi en leyenda.

A Ruben Bonilla no le gustaba hablar del tema, aunque alguna vez nos comentó que extrañaba a su compinche, y aquel éxito y reconocimiento  que obtenían una o dos semanas por año.

Tanto él, como Reneé López tuvieron ofrecimientos para actuar como solistas o incorporarse a algún grupo, pero nunca aceptaron y ninguno de los dos volvió a hacer carnaval ni subirse a un escenario; Pasaron los años, Reneé falleció, y años después dejó de existir Ruben, pero seguramente una parte de ellos se murió con la desaparición de Los Rubens como dúo cómico.

Hoy podemos decir que son un ícono del carnaval de Maldonado de las décadas de los 60 y 70, y aunque previo a conformar la dupla, ambos habían incursionado en murgas y comparsas, trascendieron hasta nuestros tiempos como un dúo sencillamente fenomenal.