sábado, septiembre 15, 2012

TABLADO CARNAVAL DE MI BARRIO - (un recuerdo)

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Sabíamos que el carnaval se acercaba no por el calendario ni por tener muy claro la festividad sino porque veíamos el movimiento de los vecinos que se auto-convocaban para bajar del camión los tanques, - aquellos de 200 litros-, y los tablones para armar el tablado. Porque “tablado” era el escenario y era “tablado” todo el espacio físico donde se vivían aquellas noches de febrero.

Y ya al día siguiente llegaba la conchilla que serviría para el piso; Era desparramada y apisonada, para luego asentar bloques y tablones que conformarían los bancos de la improvisada platea.

Mirábamos asombrados como aquel baldío se iba transformando a cada hora y sabíamos que faltaba poco.

Con bolsas de arpillera y costaneras se cerraba prolijamente los laterales del predio y el escenario se completaba con el fondo que se le encargaba a algún “pintor de letras” quién dibujaba enormes figuras grotescas de personajes candomberos y coloridos balcones floridos que teóricamente tenían vinculación con la fiesta.

Con letras no muy uniformes arriba de todo se colocaba orgullosamente la leyenda “Tablado Carnaval de mi Barrio”

Altos postes de eucaliptus eran colocados en los costados cada pocos metros y tenían el doble propósito de soportar las “bocinas parlantes” y las “guirnaldas” de luces que iluminaban el lugar y contribuían a la fiesta con su colorido.

Ya estaba muy cerca el carnaval, estaba casi todo pronto así que había que prepararse para la noche, y si los viejos no venían, pedir permiso y portarse correctamente para que nos dejaran venir solos.

En la entrada un enorme pizarrón anunciaba la programación que podía incluir por ejemplo a Mastrángelo y sus muñecos”, un veterano  ventrílocuo cuyos compañeros de trapo llevaban los nombres de "Don Pancho y Margarita."

Eran infaltables los famosos payadores de la época, conocidos a través de la radio, por la legendaria “Cruzada Gaucha” y allí hacían una changa en carnaval Walter Apetseche, Abel Soria y otros.

Las murgas eran puntos altos de la programación y con letras un poco más grandes el Pizarrón rezaba “Hoy : Los Fantasmas se Divierten y La Nueva Ola”.
Claro que siempre, cada noche, el broche de oro era el Dúo Cómico Fernandino Los Rubens apodados “Los Reyes del Humor” que a fines de los sesenta y principios de los 70 habían ganado prestigio a fuerza de criticar y hacer reír.

El animador de aquel tablado era Washington Mileo, los panchos eran casi un lujo, los comían con mostaza y los llamaban  “frankfurters”; Los grandes comían el clásico choripan, que en grandes ruedas se asaban en un rincón.

En la otra mesa de caballetes, debajo de los transparentes, había unas conservadoras de spuma plast donde se enfriaban las crush, las coca-colas y los porrones de cerveza.

No todos consumían en el tablado, -(mas bien eran los menos)-, ya que como todos vivíamos cerca nos íbamos a las casas en una escapada y traíamos un bols con refuerzos de mortadela, pascualina o piza que disfrutábamos con un vaso de jugolín.

Entre actuación y actuación se hacían sorteos y rifas con humildes premios que servían para entretener y para recaudar algunos pesos para la comisión, para la escuela o para el cuadro del barrio. (Central Molino)

Había que ir temprano para conseguir lugar, sino tenías que mirar parado desde allá atrás, en la calle, aunque los gurises siempre entrábamos para ver bien de al lado, sin molestar a los mayores.

Había noches de lleno total, al punto de que se cortaba la calle, (Camino Velázquez), que por cierto tenía cunetas a ambos lados y cuando pasaba algún ómnibus de ETEMPE había que correrse para darle paso.

Eran noches de fiesta familiar, donde los hombres se tomaban su amarga o su grapa en la Sede o en lo de Obdulio sin molestar a nadie y las mascaritas sueltas aparecían cada noche y no solo en el Desfile; Algunos tiraban serpentinas o papel picado, obviamente la espuma no se conocía,.. por suerte.

De la seguridad nadie se preocupaba, los que venían de un poco más lejos, lo hacían en bicicleta y allí quedaban sin tranca ni nada hasta que terminaba el tablado.

En lo artístico no había tantos cuidados técnicos, y no se escuchaba hablar de “coreografías” , y por cierto tampoco de “concurso”, la única competencia era con el año pasado hacer las cosas igual o mejor.

Ya por entonces se decía que “los carnavales de antes eran mejores”, y se comentaban los “asaltos” que por cierto no eran robos, sino la llegada de improviso, de visita, de una patota disfrazada, donde tras las máscaras se descubría a parientes vecinos y amigos.

Nosotros no lo vivimos, pero escuchamos muchas veces cuentos de nuestros mayores que contaban mil anécdotas de noches de carnaval de “asaltos” y de bailes, porque también habían por entonces, famosas reuniones bailables de carnaval.

Cuando llega febrero y paso por la avenida, casi como sin querer, miro hacia el taller y la casa que ocupan hoy el lugar donde se erigía aquel recordado tablado carnaval de mi barrio, y comienzo a recordar imágenes de aquellas noches,... e inevitablemente sonrío,... vaya a saber porqué..